LAS VICISITUDES DE NUESTROS PRIMEROS CHOFERES



Alfredo Cardona Tobón*



Al empezar Caldas  no era mucha la diferencia entre las principales poblaciones del Departamento; en 1912, por ejemplo, Manizales contaba con 34.720 habitantes, Aguadas 26.432, Pereira 18.428 y era poca la diferencia en habitantes con Salamina, Riosucio y Calarcá.

Al aparecer las carreteras todo cambió, pues se aceleró el éxodo de los recursos pueblerinos hacia las ciudades mayores y desaparecieron las empresas locales ante la arremetida de Postobon,  la LUKER,  Bavaria, Colombiana de Tabacos y otras que llegaban con sus productos a crédito y a precios más bajos.

Con las carreteras se incrementó el delito, las actividades políticas y  se abrió la cultura a la sociedad de consumo. Los choferes remplazaron a los arrieros y como  sucedió en la asonada en La Soledad, Tolima, en 1875, cuando los arrieros pararon las recuas para exigir mejor pago por los fletes, los choferes y ayudantes de carros, dignos herederos de los caporales y de los sangreros hicieron lo mismo en Pereira, Manizales y Armenia  desde los primeros años del transporte automotor, no solamente para lograr mejoramiento económico sino como protesta por las medidas arbitrarias de los funcionarios, que querían implantar normas de tránsito europeas en estas lomas aptas solo para cabras.

LA PRIMERA HUELGA EN PEREIRA

 El 26 de diciembre de 1925  el Inspector de Tránsito dictó una resolución por medio de la cual se ordenaba que: "desde esa misma fecha, quedaba absolutamente prohibido circular, después de las doce de la noche, toda clase de vehículos de locomoción por las calles de Pereira".

La  providencia causó malestar en el gremio de choferes, quienes en represalia por la medida suspendieron el servicio al día siguiente. Fue así como el domingo 27 de diciembre de 1925, la mayor parte de las berlinas, automóviles y camiones permanecieron  inmóviles  y tullidos en el costado oriental de la Plaza Bolívar; se presentaba, pues,  la primera huelga declarada en Pereira.

Al medio día, realizaron los huelguistas un ordenado desfile de protesta; recorrieron las principales calles del pueblo solicitando no sólo la revocatoria de la resolución sino la dimisión del Inspector de Tránsito. El desfile terminó en  una cantina en Turín, donde atendidos por Ernesto Mazuera, los huelguistas brindaron por su causa con  champaña francesa. Copetones y eufóricos regresaron a Pereira en las horas de la tarde y se instalaron en el Sport Club, en los propios bajos de la Alcaldía, para tomarse, no sólo el establecimiento, sino buenas dosis de anisado con ruidoso pasante de vivas al movimiento y mueras a las autoridades.

El alcalde, según describe M. González en una de sus crónicas, ordenó el retiro de los huelguistas y se originó una violenta trifulca que llevó a la cárcel a ocho choferes; de inmediato otros conductores se presentaron voluntariamente a la cárcel con el ánimo de hacerse encarcelar en acto de solidaridad con sus colegas.

El domingo no hubo servicio de carros y el lunes se arregló el problema. A las nueve de la mañana de ese día fueron puestos en libertad los enguayabados, se derogó la Resolución del Inspector  y como encima inesperada, se autorizó el aumento de tarifas.

LOS CHOFERES DE MANIZALES

Antes de contar con carretera hacia otros municipios, los choferes de Manizales que cubrían las rutas del Alto del Perro, La Linda, San Antonio y El Tablazo, presentaron en febrero de 1927 un pliego de peticiones, donde solicitaban el arreglo de las  vías y un aumento de tarifas. Durante un mes los conductores trataron vanamente de negociar con el Concejo. Viendo que no se tenían en cuenta sus reclamos decretaron el  primer paro de transportes de la ciudad, que incidió de manera grave en la operación del cable y la llegada de víveres, sobre todo leche, de la zona de la Enea.

Ante el desabastecimiento y los graves perjuicios al Cable Aéreo, el  Concejo se vio obligado a estudiar las peticiones y autorizar el alza de tarifas.

ASONADA EN ARMENIA

Por esa misma época se rebotaron los choferes de Armenia y se  enfrentaron con la policía.

En abril de 1927 un agente de la policía dio muerte a un conductor embriagado al tratar de conducirlo  a la cárcel; con el apoyo de los obreros del ferrocarril y numerosos ciudadanos los choferes se amotinaron, la multitud rompió vitrinas, asaltó los almacenes de la zona céntrica de Armenia e hizo encerrar a la policía en el cuartel.

Una lluvia de piedra cayó sobre las instalaciones militares causando daños de consideración e hiriendo al jefe Eleazar Cano y al subcomisario Reinos; la autoridad hizo frente a los  amotinados y disparó al populacho que enardecido nombró  de alcalde, Cabildo Abierto, al presbítero Pablo Mejia, cura párroco de Armenia y al presbítero Castaño como Comisario Mayor

Los dos sacerdotes aceptaron los cargos  y recorrieron las calles exhortando a la calma y al respeto a la autoridad. Como  la policía estaba acuartelada y la ciudad se quedó sin vigilancia, el padre Mejía nombró  una policía cívica encabezada por Antonio Jaramillo G. y dispuso que los menores de edad se retiraran a sus casas.

En la asonada hubo dos heridos a bala; al anochecer se reunió el Concejo y al calmarse los ánimos se  pidió permiso a la gobernación de Caldas para celebrar los Carnavales que estaban anunciados con motivo de la inauguración del ferrocarril. En esta forma el pueblo y los choferes olvidaron sus problemas y la parranda remplazó los tiros y las piedras.

OTRA HUELGA EN MANIZALES

Durante la segunda guerra mundial estalló la peor crisis del transporte. No llegaban repuestos, se agotaron  las llantas, la gasolina escaseó y los fletes no daban para sostener las industrias. En diciembre de 1942 el cuarenta por ciento de los 2540  vehículos matriculados en Caldas estaban parados por falta de llantas y ante tan dramática situación el  gobierno racionó su adquisición, lo que causó enorme rechazo de los transportadores por la discriminación en la entrega y la corruptela que siguió a tal determinación.

En octubre de 1943 los choferes de Manizales pidieron una revisión de las tarifas y ante el silencio del gobierno declararon la huelga.  El gobernador de Caldas, Alfonso Jaramillo, trató  de romper el paro  que contaba con el apoyo de  Gilberto Alzate Avendaño, entonces apoderado legal del gremio. Las autoridades se  encontraron con las barricadas de los choferes y de  los enfrentamientos quedó el  doloroso saldo de  dos  choferes  y  dos civiles muertos.

EL PROBLEMA DE LAS LLANTAS

Ante la escasez de llantas los pereiranos montaron  la primera reencauchadora de la región con una capacidad de 40 llantas diarias.  En Armenia el empresario Domingo Quintero intenta fabricarlas mediante un sistema rarísimo descrito por Tomás Calderón en una de sus crónicas  publicadas en “La Patria” de Manizales :

"En el ábside del llamado Castillo de Getsemaní, bajo su cúpula bizantina, tiene Don Domingo una fábrica de llantas. Es el único hombre en Colombia que las está fabricando. Su taller es exótico. Huele a caucho. Las llantas van montadas en un eje caliente de su propia invención. Esto por dentro es de palo- Después se destroza todo esto y queda la llanta. No ve usted?- Dice al cronista que lo entrevistó- Su marca es Esmeralda. Nadie entiende esta fabricación. Es como cosa de brujería.”

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