LA MUJER EN LA COLONIA ESPAÑOLA

A
Alfredo Cardona Tobón *


MUJERES EN LA COLONIA ESPAÑOLA

 

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Personajes como Manuela Beltrán, las comuneras llaneras, Clara Tocarruncho o Policarpa Salavarrieta ... abren campo en  la historia de la Nueva Granada; pero al  considerar  su papel en los sucesos patrios, habría que  hacer distinción entre las mujeres criollas, las indígenas y las esclavas negras,  pues cada grupo enmarca valores que definen  su participación dentro de las comunidades  por las diferencias étnicas y culturales y su influjo en la sociedad. El  papel femenino en Latinoamérica cambió  de acuerdo con la posición de la mujer en la sociedad, pues uno es el de las criollas, otro el de las indígenas y muy diferente el de las descendientes afroamericanas.

 

El carácter de las  criollas fue el calco de las mujeres españolas cuyas aspiraciones se limitaban a sostener una conversación que no avergonzara  a los varones, estar calificadas para administrar el hogar y ser cristianas honestas, recatadas y sumisas al marido.  La pedagogía colonial, diferencial y excluyente, alejaba la mujer de las aulas y se enfocaba primordialmente a  prepararla para el matrimonio y la maternidad, tesis que defendió la iglesia cuyo jerarcas sostenían que “como la mujer es un ser flaco, inseguro y muy expuesto al engaño, como lo mostró Eva... no conviene que enseñe”

 

Para las criollas y españolas la soltería era un baldón y una desgracia para la familia; su destino forzoso era el matrimonio, pero no tenían derecho a elegir al  pretendiente, pues los padres arreglaban la boda previa concertación de la dote y los bienes que aportara la doncella.

 

La mujer indígena no se preocupaba por dotes ni por el  matrimonio eclesiástico; se unía a quien quería con bendición o sin ella y abandonaba al marido si le resultaba un tarambana o no llenaba sus expectativas. Era el pilar de la familia en su mundo trágico  y difícil, donde era forzoso  trabajar para sostener a los hijos y pagar los tributos, pues el aporte de su compañero, mísero peón en minas y haciendas, era insuficiente para  asegurar la subsistencia.

 

En cuanto a las mujeres negras, su calidad de esclavas las convertía en un bien al servicio de los patronos. No disponían del presente ni del futuro de sus hijos, eran objetos sexuales del amo y ni siquiera podía escoger compañero, pues ello  dependía de la conveniencia de sus propietarios Las negras libertas tenían condiciones similares a las mujeres nativas; trabajaban por su cuenta y constituían hogares donde a menudo ellas eran la cabeza de familia.

El mayor obstáculo que encontraron todas  las mujeres en la época colonial fue el acceso al conocimiento. La idea de educar a las mujeres, independientemente de su clase social,  surgió a fines del período colonial como  un reflejo de la Ilustración  que vino con la dinastía de los Borbones. En 1591 se fundó un colegio en Popayán para atender a las hijas de los conquistadores, pero fue un caso aislado. Solamente al empezar el siglo XVIII  empezó a popularizarse la educación femenina: En Ciudad de México en el año  de 1802 asistieron  3.100 niñas a  la escuela  y en vísperas de la Independencia Doña Clemencia de Caycedo y Vélez fundó un convento en Santa Fe de Bogotá  para educar niñas de todos los estratos sociales.

Pese a todo, pese a los obstáculos y a la discriminación de género, en la colonia surgieron mujeres  que marcaron hondas huellas en sus comunidades. Repasemos algunos casos:

CATALINA ERAUSO: LA MONJA ALFÉREZ

Alta, andrógina, con mínimos pechos, voz grave y una vida errabunda, Catalina Erauso y Pérez y Galarraga fue un personaje violento del siglo XVI, que continúa siendo fuente de inspiración en el cine y en la literatura.

Catalina nació en 1585 en San Sebastián, Guipúzcoa, España, en el hogar de un militar distinguido. Eran tiempos de caballeros, piratas musulmanes, monasterios y leyendas. La vida de esta mujer con arrestos varoniles corrió tormentosa entre conventos y campos de batalla, en medio de aventuras lésbicas, duelos, muertos, el mar, mesones de mala muerte y mansiones señoriales. Nunca usó su nombre de pila, pues en sus correrías por Europa y América figuró como Pedro de Oribe, Alonso Díaz, Antonio Erauso y Francisco de Loyola.

A los cuatro años de edad los padres de Catalina la internaron en un convento dominico junto con sus hermanas, a fin de educarlas, según los criterios católicos, en labores propias de su sexo para que al llegar a la edad de matrimonio fueran desposadas como “Dios manda”. Pero la vida monástica y el hogar no serían el destino de la jovencita que consiguió ropa de hombre, se cortó el cabello y a los quince años de edad escapó del convento para empezar una existencia errabunda.

Catalina anduvo de pueblo en pueblo trabajando como paje de grandes señores; una reyerta la llevó a la cárcel y tras un mes entre rejas dirigió sus pasos al puerto de San Lucar de Barrameda, donde el lunes Santo de 1603 se embarcó con rumbo a América.

En Punta de Aragua, Venezuela, recibió el bautismo de fuego en un combate contra una nave pirata holandesa. En un buque de un pariente, que no la reconoció con su traje masculino, Catalina llegó a Cartagena y luego a Nombre de Dios, en las costas caribeñas, donde asesinó al capitán del barco, se robó 500 pesos y huyó hacia el Perú como ayudante de Juan Urquiza. Una tempestad hizo naufragar la nave cerca del puerto de Manta, y milagrosamente Catalina se salvó con su amo, quien la nombró administradora de una vasta estancia, donde además de recibir dinero y vivienda tenía tres esclavos a su servicio. Otra pelea la llevó a la cárcel de donde salió gracias a los oficios de Urquiza y del Obispo que intervino haciéndole prometer que se casaría con una tía del sujeto a quien había cortado la cara

 Para evitar el matrimonio que haría evidente su condición de mujer, Catalina huyó a Trujillo, donde la encarcelaron tras una riña y volvió a recobrar la libertad con el auxilio de Urquiza. Siempre entre líos y embrollos siguió a Lima recomendada por su protector, pero perdió el empleo al ser descubierta andando entre las piernas de una cuñada del amo Así que sin oficio, ni dinero y con un prontuario delictivo, Catalina se alistó a las órdenes del capitán Gonzalo Rodríguez y marchó con la tropa colonial a combatir a los aguerridos indígenas mapuches.

 

En 1609 las fuerzas de los caciques Ainavilu, Anagnamen, Pelantaru y Longoñongo vencieron en campo abierto a los españoles, usando las armas de hierro y las cotas de malla que arrebataron en otros combates y con escuadrones de caballería tan disciplinados y valientes que envidiarían los hispanos en sus luchas en Europa. En este combate en Puren, pereció el capitán, y Catalina valiente, osada y con desprecio total por la vida tomó el mando y resistió las cargas de los mapuches. Por ello recibió el grado de Alférez, aunque merecía el de capitán, perjudicada, tal vez, por su prontuario violento y la crueldad extrema que mostró ante los enemigos.

En Chile, Miguel de Erauso se desempeñaba como Secretario del gobernador; una noche en un mesón hubo un altercado por un motivo trivial y Catalina en medio de las sombras mató a Miguel, a quien posteriormente identificó como uno de sus hermanos. Por los servicios en la guerra araucana no fue condenada a muerte, pero se le desterró a Paicabé y luego se le trasladó a Concepción donde este personaje violento, con sexo de mujer pero con arrestos y apetito de hombre, asesinó al auditor general del puerto.

Esta vez no había quién pudiera salvarla del cadalso y para conservar la vida, Catalina cruzó los Andes con destino al virreinato del Rio de La Plata, atravesando alturas desiertas, llenas de nieve y barridas por los vientos. Un lugareño la recogió agonizante en medio de la escarcha y la llevó a Tucumán, donde Catalina enamoró y prometió matrimonio a la hija de la viuda india que lo acogió durante su convalecencia, en tanto  al mismo tiempo seducía a la hija de un canónigo.

Cuando recobró la salud, Catalina tomó rumbo a Potosí con el dinero y las joyas de la hija del canónigo y se alistó nuevamente en las filas de las tropas coloniales, participando en la matanza de Chuncos, donde asesinaron vilmente a niños, hombres y mujeres mapuches.

En el año 1623 al verse herida y sola, Catalina confió al Obispo de Guamanga su condición de mujer. Unas matronas atestiguaron que sí lo era y además estaba virgen. El alto prelado perdonó sus excesos, la vistió de monja y la internó en un convento; era algo así como encerrar un gato en la alacena o poner al diablo a fabricar las hostias.

Las aventuras de Catalina llegaron a oídos del rey Felipe IV que le concedió una pensión y a los del Papa Urbano VIII, quien le otorgó la facultad de seguir usando ropas masculinas y nombre de varón. Pero la existencia llana y tranquila no estaba en la mente de este guerrero confinado en el cuerpo de una mujer; así que la monja alférez se embarcó hacia Cartagena de Indias y de allí pasó a la Nueva España donde estableció un negocio de arriería entre México y Veracruz.

Además de haber sido soldado, Catalina traficó con ganado, se asiló en las iglesias, escapó al patíbulo, enamoró mujeres casadas y pervirtió doncellas, fue monja, ladrona, asesina y encontró protectores sin conocer varón. En México se pierden las últimas huellas de Catalina cuya memoria es mitad verdad y mitad leyenda.  Vida extraña y turbulenta la de este personaje, antítesis de todo lo que podría esperarse de una tierna niña educada en un convento.

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

Nació en México en 1651. Desde sus tiernos años esta criolla, hija de vascos, asistió a la escuela vestida de varoncito para poder aprender las primeras letras.  Quizás para desenvolverse en un mundo sin las ataduras de un marido,  tomó los hábitos y en el convento dio rienda suelta a su producción literaria que abarcó pasiones y esperanzas, ecos de un pasado y  críticas a una sociedad pacata y discriminatoria. “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis” fue el grito contra el machismo y la cultura patriarcal.

Para buscar las raíces ancestrales y rebatir la imagen que forjaron los españoles del nativo irracional, inculto y de malas costumbres, Sor Juana estudió el lenguaje nahuatl y mostró la grandeza de la cultura azteca. Ella ha sido uno de los grandes valores en la historia cultural mejicana.

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MICAELA BASTIDAS

Descendiente de africanos e indígenas, esta notable mujer  se casó a la edad de quince años con Juan Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru II,  a quien acompañó en su lucha contra los españoles hasta los últimos instantes de su vida.

 

Micaela fue una dama de armas tomar, de notable inteligencia, don de mando y gran ilustración; fue el cerebro del movimiento rebelde de los incas, se desempeñó como Secretaria de guerra,  Jefe del Cuartel General en Tungasura, reclutadora, encargada de la parte logística de la revolución, fue consejera y combatiente.

 

Micaela presidió el Consejo de los Cinco que fijó las estrategias de campaña. Cundo  las tropas coloniales atacaron la retaguardia indígena, la brava mujer con el apoyo de los curakas o jefes indígenas contuvo la ofensiva de las tropas coloniales y venció al enemigo en el puente de Pilpinto.

 

 Micaela propuso reiteradamente el ataque a Cuzco, pero no la escucharon y  en esa forma,  los alzados en armas perdieron la ventaja táctica al comprometerse en escaramuzas sin importancia estratégica.

 

 Tras sangriento combate, las tropas coloniales capturaron a Tupac Amaru, a su esposa Micaela y a su hijo Hipólito; los españoles ejecutaron con sevicia a Hipólito en presencia de sus padres y luego se ensañaron con Micaela a quien cortaron la lengua, la estrangularon y la remataron a golpes y finalmente, ejecutaron cruelmente  a Tupac

 
 LA  QUINTRALA

En la iglesia de San Agustín, en  Santiago de Chile, se venera un  Cristo con una  corona de espinas  que se deslizó hasta su cuello en el terremoto  de mayo de 1647. Nadie lo toca, nadie lo mueve, pues dicen que al hacerlo la tierra temblará  y dejará  en ruinas  a todo el territorio.

Esta imagen colonial del Cristo de la Agonía está ligada a la leyenda de  Catalina de los Rios Lisperguer, una poderosa estanciera del  siglo XVII, cuya vida es fiel retrato de la sociedad de ese tiempo: cruel, fanática e inmersa en la guerra.

Catalina  era  mala, muy mala, manipuladora, criminal y abusiva. No era  la excepción: era  similar a muchas mujeres solitarias de los primeros años de la colonia española, que debieron sobrevivir en un territorio hostil y alejado, lleno de peligros y acechanzas,  tal como le sucedió a  la amante del  conquistador Pedro de Valdivia, Inés de Suárez, que decapitó a siete caciques prisioneros en el asalto  dirigido por Michinalco el 11 de septiembre de 1541

Ese tipo de mujeres sanguinarias y enigmáticas surgieron  entre el caos y  la barbarie, rodeadas por la servidumbre de negros e indígenas, presta al ataque aleve  Fueron mujeres convertidas en padres y madres mientras los maridos luchaban al sur del río Bio Bio contra las tribus mapuches o hacían frente a los malones de los nativos en el centro chileno. Eran capitanas y guerreras en un ambiente donde la compasión era debilidad y la ternura un signo de cobardía.

Quizás lo anterior explique la conducta cruel de Catalina de los Ríos, aunque no justifique sus actos reprobables que se convirtieron en leyenda negra.

La Quintrala  es una enredadera de flores rojas; por eso le dieron ese nombre a Catalina, una bella mujer de tez blanca, cabello pelirrojo, elevada estatura y ojos verdes. En lo físico era la conjunción de sangre mapuche, con española y alemana y espiritualmente fue  un torbellino donde confluyó lo peor de Europa con lo más malo del Nuevo Mundo. Ella fue, sin duda, la antítesis de las damas de mantón y encajes que frecuentaban los templos y conventos de Lima, Santa Fe o Nueva España.

La Quintrala nació en 1601 del matrimonio  de un encumbrado terrateniente, General del Real Ejército y de una dama, aficionada a la hechicería que asesinó a latigazos  a una hija bastarda de su marido e intentó matar al gobernador Alonso de Ribera. La Quintrala  jamás acató la autoridad paterna,  quizás por ello envenenó a su progenitor con un pollo que le preparó cuando estaba enfermo; aunque se reportó el crimen y todos los indicios apuntaban a Catalina, la muerte de Gonzalo de los Ríos quedó en la impunidad por falta de pruebas y por la intervención de la familia que quiso encubrir el escándalo.

Al  morir su hermana, la Quintrala se convierte en la mujer más poderosa se Chile: hereda haciendas a un lado y otro de los Andes, es ama de centenares de esclavos, y maneja encomiendas indígenas. A los 22 años  de edad  contrae matrimonio con un soldado de fortuna que se convierte en juguete de sus caprichos y en cómplice de sus crímenes. Catalina juega con sus amantes como el gato con los ratones, asesina por lo menos a dos de ellos y cuando un fraile denuncia sus abusos con los indios también lo manda matar.

Bajo el influjo de una bruja mapuche, la Quintrala practica la hechicería y sin ninguna  humanidad explota a los negros y a los indios de sus estancias y encomiendas a quienes maltrata, tortura y elimina  sin que nadie la detenga, porque teniendo muchísimo dinero era pródiga con los jueces.

En el año 1660 la Real Audiencia inicia una investigación oficial  ante la magnitud de las denuncias y comienza un proceso en su contra; se le acusa de 39 muertes y se le condena por catorce de ellos; no se encarcela pero debe pagar mil pesos por cada negro  y  quinientos pesos por cada uno de los indios asesinados.

Un día azotó a una esclava y derramó mercurio ardiente sobre los latigazos, entonces se desprendió el Cristo que pendía de una pared y la Quintrala sintió su mirada de reproche.

-       Yo no permito que ningún hombre me mire con mala cara- dijo- y arrojó el Cristo a la Calle donde lo recogieron unos religiosos y lo ubicaron en un altar de la iglesia de San Agustín-

Cuando enferma sintió que se le iba la vida, la Quintrala acudió al Cristo, por remordimiento, tal vez, o aterrada por la inminencia del infierno. Se postró a sus pies e imploró su misericordia.

Para borrar las culpas y ganar el cielo la Quintrala ordenó la celebración de veinte mil misas, entre ellas quinientas por los nativos que fallecieron por sus malos tratos. Además estableció una capellanía para sufragar una procesión anual en honor al Santísimo y donó cuantiosos bienes a los jesuitas. La Quintrala falleció a la edad de 61 años. Sus funerales fueron fastuosos, se encendieron mil cirios y con hábito de San Agustín se le sepultó en  el templo.

Catalina de Los Ríos Lisperguer  fue la figura femenina de Chile en el siglo XVI;  su historia permaneció por siglos perdida en los  archivos coloniales hasta que el historiador Benjamín Vicuña M.  los desempolvó, la imagen de la Quintrala saltó al estrellato en escritos, cine y televisión.


 
 

Comentarios

  1. gracias me sirvio para mi tarea de sociales

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  2. a mi para la de ciencias

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    1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  3. Okno :v hola VALERIA :v

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  4. este texto me servira para español, mi profesora nos puso a consultar de cuando ella era joven

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  5. ¿ALGUIEN SABE SI LAS MUJERES DE ELITE SON LAS ESPAÑOLAS?

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    1. Las españolas con riquezas y títulos nobiliarios pertenecían a la élite colonial, al igual que las hijas de españoles notables, nacidas en América.

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    2. Si su abuelito

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  6. por que todos los comentarios son de anonimo :( ????

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  7. alguien sabe los privilegios que tenia la mujer blanca española sobre las demas castas?

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  8. Las mujeres españolas y las blancas hijas de españoles podían heredar las encomiendas, por ello hubo numerosas encomenderas en las colonias americanas. Además eran admitidas en los conventos donde podían alcanzar altas dignidades.

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  9. Muy buen aporte para conocer el papel de las mujeres en esas épocas, del que poco se habla. Por lo general nos cuentan solo una parte de la historia.

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  10. Gracias me sirvio para mi tarea de sociales :v 👍👍👍👍👍

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  11. Me zirbio para kontarle a mi ijo lo que asian en mi hepoca grasias al que puvlico este testo no ze escrivir vien porque bengo de la hepoka kolonial. Pozdata: soi hindigena y mi marido no me zatizfase

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  12. en que trabajaban las mujeres españolas??

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  13. Aunque hubo encomenderas y dueñas de minas, la mujer española se limitaba a administrar su hogar y atender los compromisos sociales. El trabajo manual se dejaba a los mestizos y a los indígenas o a los esclavos a su servicio.

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  14. Me sirvio mucho para mí posiciom

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  15. A las mujeres hay que prenderlas fuego

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  16. busco una tal dinna canasco algo asi y no encuentro

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