PEDRO FERMÍN DE VARGAS

UN QUIJOTE SIN ESCUDERO

Alfredo Cardona Tobón*



“El mayor pícaro que salió de España” fue el calificativo que Napoleón Bonaparte dio a nuestro compatriota Pedro Fermín de Vargas; ascético, letrado y libertino lo llamó  Alberto Miramón; para el virrey Mendinueta fue el conspirador más peligroso del Nuevo Reino y los estudiosos modernos lo consideran como el precursor  de las ciencias económicas de la República.
Al revisar la vida de Pedro Fermín de Vargas  nos topamos con un personaje eximio de la historia colombiana: científico, investigador con visión de estadista, rebelde, masón, enamorado...viajero sin tregua que recorrió medio mundo en pos de nuestra independencia y murió quizás en Londres, sin que se sepa cómo  y cuando terminó sus días.

FUERA DE MOLDE

Vargas  nació en San Gil el tres de julio de 1762 y fue un brillante alumno rosarino. Algunos historiadores lo confunden con otro Pedro Fermín de Vargas, de Charalá, que combatió al lado de Bolívar y pereció en el combate de El Santuario. Éste fue un militar de vocación, el otro fue un conspirador permanente y un estudioso de tiempo completo que mostró horizontes nuevos a los granadinos.
Al igual que otros notables de la época, Pedro Fermín perteneció a la Expedición Botánica, donde sobresalió por sus conocimientos de las quinas. En 1788 estando en Mariquita supo que un pájaro llamado guaco comedor de serpientes,  picoteaba las hojas de un bejuco cuando lo picaba una culebra. Los negros de la zona le dijeron que era la contra del veneno y que ellos utilizaban la planta para protegerse de corales y víboras.
Pedro Fermín apuró el zumo del bejuco y toreó una equis talladora para  que lo mordiera. Lo mismo hizo su compañero Francisco Javier Matiz, sin que ni al uno ni al otro les hubiera hecho efecto el veneno  de la serpiente, “quedando todos convencidos- escribió Mutis- de la bondad del remedio y deseosos de su propagación en beneficio de la humanidad”.  
Mucho tiempo después se comprobó la propiedad antiofídica y broncodilatadora de la planta mikania guaco, bautizada con el nombre del pájaro que hizo posible su descubrimiento.
Vargas debió ser un criollo muy especial  para que lo nombraran Corregidor y Juez de residencia de Zipaquirá, con la responsabilidad de las salinas, que constituian uno de los mayores recursos del virreinato. En dicha ciudad organizó el hospital inspirado en novísimos avances europeos, utilizando técnicas de asepsia que serían norma en épocas  muy posteriores.
En su documento “Las constituciones hospitalarias” Pedro Fermín hace enfasis en la higiene y el cuidado de los pacientes; jerarquiza la administración para reivindicar al médico que pone a trabajar de la mano con el boticario y deja al barbero-cirujano el cuidado del ropero y de la lavandería.  Además, propone la separación de los enfermos contagiosos y el establecimiento de pabellones para hombres y para mujeres.
En su obra “Pensamientos políticos y memoria sobre la población de la Nueva Granada” Vargas sostiene, al igual que Nariño, que las tesis monopolistas de España impiden el desarrollo de las colonias, recomienda la libertad de comercio, la formación de una flota nacional, la libertad de inmigración y el establecimiento de industrias textileras, del vidrio, del papel, ferrerías y se refiere, por primera vez, a la explotacion del petróleo.
En sus escritos Pedro Fermín analiza los vicios de la Corona y se interesa por la suerte de los indios y de los negros. Sus observaciones tendrían validez en los tiempos actuales, pues anota la falta de preparación del labriego, la falta de técnica en los cultivos, las fallas del mercadeo y los problemas del latifundio. El transporte le preocupa tanto como las reservas forestales y propone vías que unan al centro del virreinato con el río Magdalena.

REBELDE Y VISIONARIO

Pedro Fermín afirma que la indolencia del indio es una de las causas del atraso y de la falta de identidad del virreinato y que para remediarla hay que cruzar a los nativos con gente de origen europeo. Fiel a este principio, un día se escapa con una descendiente chibcha de nombre Bárbara Forero, casada ella y de muy buena figura, y se llevan los fondos públicos de Zipaquirá.
Con Bárbara vestida de hombre cruza el llano, pasa a Las Antillas, en Jamaica ejerce la medicina al igual que en La Habana y en París se reúne con Miranda y los revolucionarios que preparan la invasión a Venezuela.
“El mal ha llegado al colmo- escribe en 1806 al gobierno inglés- y el Nuevo Reino es hoy como un hijo mayor que desea emanciparse”. Con apoyo de los masones regresa al Caribe y en Trinidad propaga las ideas de Viscardo antes de acompañar a Miranda en la intentona independista en Ocumare.
Las autorides de la Nueva Granada creen ver a  Pedro Fermín de Vargas en todos los caminos; pero el escurridizo revolucionario está lejos. En 1813  se encuentra  en Nueva York y se rumora  que le siguen un juicio por deudas... después sus huellas se pierden en Londres.
Vargas siguió los lineamientos de Nariño, pero no se dejó atrapar de los españoles y jamás se amilanó ni hincó la rodilla ante el poder colonial. Con Nariño fundó la logia masónica “El Arcano Sublime de la Filantropía”, que disfrazaron de círculo literario, y en Zipaquirá organizó un centro de estudios que reunió a los criollos más notables del virreinato.
Según Vargas, la agricultura era el medio para un buen gobierno y a ello se llegaba entregando la tierra a los indígenas. Pedro Fermín de Vargas fue un destacado naturalista cuya obra va siempre al lado de la economía política. En reconocimiento de lo anterior, la Sociedad Colombiana de Economistas hizo honor a este prócer  otorgando la  Medalla Nacional que lleva su nombre a los personajes destacados en esas disciplinas.

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