LA GUERRA SANTA DE FRAY EZEQUIEL MORENO

Alfredo Cardona Tobón*


A mediados de 1905 el obispo de Pasto fray Ezequiel Moreno  viaja a España con el diagnóstico fatal de cáncer manifestado en una llaga sangrante, que no cierra, en el paladar. “Bendito sea Dios. Dios mío dame resignación para sufrir por Ti” murmura conteniendo el dolor. “Es un santo”- dicen en la clínica, donde tratan inútilmente de devolverle la salud. Ya no había nada que hacer, el mal estaba muy avanzado, y fray Ezequiel, estoicamente, espera la muerte en medio de sufrimientos atroces en una celda austera del Seminario de Monteagudo.
En el texto “Últimas disposiciones” queda plasmada la pobreza y las ideas del religioso que  muestran el carácter vertical de un hombre que hizo de su vida una cruzada : “No hago testamento porque nada tengo.. confieso, una vez más, que el liberalismo es pecado, enemigo fatal de la iglesia y ruina de los pueblos y naciones; y  queriendo enseñar esto, aún después de muerto, deseo que en el salón donde se exponga mi cadáver, y aún en el templo durante las exequias, se ponga a la vista de todos un cartel grande que diga: “El liberalismo es pecado”.
CON LA VISIÓN DE OTROS TIEMPOS
Ezequiel Moreno nació y creció en la España Carlista, época de crueles enfrentamientos entre los católicos y los que propendían por la libertad de cultos, la libertad de cátedra y la separación del Estado y de la Iglesia. Fue época de persecución y atropellos que enmarcó la vida de Ezequiel en una guerra santa contra el liberalismo.
Fray Ezequiel formó parte de los religiosos que trajo  a Colombia la Regeneración de Núñez para reforzar el dominio del conservatismo y atacar desde  el púlpito y en los confesionarios a los que se identificaban con las doctrinas liberales de esa  época.
UNA VIDA MISIONERA
Ezequiel Moreno llegó al mundo en la provincia española de La Rioja en 1848 y a los 16 años de edad ingresó al noviciado para prepararse como agustino recoleto. En 1869 viajó a las Filipinas donde fue ordenado sacerdote y allí ejerció su ministerio con tanto celo, con tal devoción, que los vecinos de la isla de Paragua lo llamaron “Santulon” o el hombre santo.
Un severo ataque de malaria obligó a fray Ezequiel a regresar a España donde en 1885 lo nombraron Prior del Noviciado de Monteagudo en Navarra. En una terrible epidemia de cólera y viruela, fray Ezequiel cuidó a los enfermos, consoló a los moribundos y partió con los pobres las míseras raciones de los frailes del convento; fue un rayo de esperanza en medio de tanta desgracia.
En 1886 se trasladó a Colombia con siete compañeros; en Bogotá desarrolló una intensa actividad, no paró de predicar, de confesar,  atender a los enfermos; fue un dechado de austeridad que conquistó el cariño de todos, incluyendo al presidente Caro y a su familia, que le manifestaron su aprecio y su respeto.
El gobierno nacional consiguió que Roma erigiera el Vicariato Apostólico de Casanare, en parte para hacer presencia estatal y frenar las pretensiones de Venezuela y en parte para neutralizar la acción guerrillera de los liberales. A Casanare va Fray Ezequiel como Pastor de almas; una pobre choza le sirve de Palacio Episcopal y desafiando lluvias, sequías, fieras y bandidos hace según su propia expresión, de Obispo, de misionero y de sacristán y sufre los desmanes de los rebeldes en la guerra de 1895.
EN LA DIÓCESIS DE PASTO
En Ecuador el presidente liberal Eloy Alfaro es una amenaza para la “Regeneración” conservadora de Colombia. ¿Quién mejor que fray Ezequiel Moreno parar enderezar el rumbo de los pastusos y frenar la influencia de los liberales ecuatorianos?-
En 1896 nombran a fray Ezequiel obispo de Pasto, donde vivirá hasta 1906, preocupado por la educación, fomentando la construcción de iglesias y combatiendo al liberalismo con todas sus fuerzas. Es tan virulenta su lucha contra los liberales que le llegan amonestaciones de Roma y se gana el rechazo de altos prelados de Colombia y del Ecuador.
La mayoría de los eclesiásticos colombianos de ese tiempo consideraban que el liberalismo era un pecado, idea que refutó  Uribe Uribe; pero ninguno insistió con tanta obsesión como fray Ezequiel. El obispo decía que los enemigos más peligrosos eran los liberales católicos y  no se podía ser liberal y católico al mismo tiempo.
Para fray Ezequiel la guerra de los Mil Días  era un castigo de Dios con la ventaja de calentar los pechos católicos y dar oportunidad a madres, esposas y hermanas de mandar hijos, esposos y hermanos a la santa lucha con los escapularios bien templados. Decía el fraile que la religión se defendía con fusiles y machetes, definía cuándo era  lícito para un sacerdote pelear con las armas y hasta matar en defensa de la religión, y daba instrucciones para detectar el liberalismo en los confesionarios y dirigir el voto en las elecciones.
Durante la Guerra,  el Obispo alertó a la feligresía contra el general Avelino Rosas y los guerrilleros que habían irrumpido desde el Ecuador tomando varias poblaciones del  sur y poniendo en grave aprieto el poder del gobierno. En las parroquias se recogió dinero para auxiliar a las tropas conservadoras y fray Ezequiel emprendió una campaña para llevar la guerra al Ecuador y barrer con el peligro de Eloy Alfaro, mientras en su diócesis se extendía el extrañamiento y la persecución contra las familias liberales.
La vida de fray Ezequiel fue una mezcla de generosidad y fanatismo, de caridad y de intolerancia, de solidaridad con los pobres y desprecio total  por la vida de quienes no estaban de acuerdo con sus doctrinas. El obispo Ezequiel es la  imagen de los tiempos en que se mezclaba la religión con la política,  la época colombiana en la cual se ganaba el cielo luchando por la fe como en tiempos de las cruzadas.
 En 1997 el Papa Pablo VI beatificó a fray Ezequiel y el 11 de octubre de 1992 el Papa Pablo II lo elevó a los altares como otro santo del catolicismo.

Comentarios

  1. Recuerdo de mi niñez en la casa de mis abuelos una estampa de ésta persona y, ya en la adultez, me extraña la cultura paisa colombiana con su mescolanza de ídolos religiosos, políticos y guerreros; ese sector de mi familia decíase liberal netamente y convivían estampas del beato Ezequiel Moreno, estampas del Hermano Gregorio, ungüentos de San Ignacio de Loyola, crucifijos y santos católicos, revólveres escondidos y el grito de "Viva el partido Liberal!" en las elecciones.

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