TOMÁS FUNES Y LOS CAUCHEROS DEL ORINOCO

EL CAÑO CASIQUIARE: UNA RUTA DE IGNOMINIA
Alfredo Cardona Tobón*


Colombia es un país andino cuyos dirigentes han mirado muy poco las vertientes del Amazonas y del Orinoco, se olvidaron de la costa del océano Pacífico y no han podido integrar plenamente el Caribe al resto de la nación.. En 1921 estaba al frente del país Marco Fidel Suarez, un gramático, que como Marroquín, Sanclemente y otros  presidentes, nunca  había salido del país, ni conocido el mar, era lego total en asuntos tecnológicos y solo conocía los extensos territorios del oriente en los mapas incompletos de Colombia.
De la misma manera como se entregó a Panamá sin luchar, como  se permitió que Brasil y El Perú fijaran a su amaño la línea Apoporís-Tabatinga sin hacer respetar los derechos del país, en esa forma irresponsable el presidente Suárez  dejó que gente extraña esclavizara a  los nativos de la Orinoquia y ocupara los vastos territorios de Vichada, Vaupés y Guanía.
POR EL CAÑO CASIQUIARE
El descubrimiento de la vulcanización del caucho  y su uso en  neumáticos y en llantas y dio origen a la fiebre del caucho que empezó en 1879 y se extendió hasta avanzado el siglo XX, dando impulso a las  poblaciones de Manaos, Brasil, Iquitos, Perú y en menor grado San Fernando de Atabapo en Venezuela.
El padre Acuña en 1639 y el jesuita  Manuel Román en 1744, descubrieron que parte de las aguas del río Orinoco desaguaban en el Río Negro, un afluente del Amazonas mediante un gran caño, llamado Casiquiare, que comunica directamente al Orinoco con el Amazonas. Esta vía hizo posible, en la época de la fiebre del caucho, que  los siringueros del Orinoco llevaran el caucho a Manaos y que los atropellos, la explotación y las infamias del Putumayo se repitieran en el Orinoco cuyas márgenes se convirtieron en una zona  lejos de la misericordia divina  y olvidada  por las autoridades de Colombia, Venezuela  y Brasil.
EN SAN FERNANDO DE ATABAPO.
Este  poblado fue por muchos años la capital  del Amazonas venezolano. En 1911 el presidente de ese país General Vicente Gómez, designó como gobernador de esa sección a Roberto Pulido, quien estableció una administración personal que combinaba sus negocios de caucho con los negocios del estado y  confundía el erario con su propio bolsillo.
Al exigir  nuevas contribuciones los empresarios del caucho acuden a  Tomás Funes, un militar retirado que manejaba explotaciones de látex.   El 8 de mayo de 1913 Funes toma por asalto la Casa de Gobierno del Territorio Federal del Amazonas y asesina a Pulido.  Para barrer de una vez por todas con la oposición  ordena que busquen casa por casa a los amigos, funcionarios y familiares  de Pulido y apila más de 200 cadáveres en la plaza del pueblo en la tristemente célebre “noche de los machetes”
Un gobernador nombrado por  Vicente  Gómez al ver que Funes estaba atornillado al  poder regresó a Caracas, el dictador venezolano dejó las cosas como estaban y Funes, con la tolerancia del gobierno central,  impuso la ley a su antojo, cobró impuestos sin rendir cuentas y  durante  ocho años cometió todo  tipo de abusos contra la población.
Los atropellos de Funes se extendieron a territorio colombiano. Sus fechorías ensangrentaron al Vaupés y al Vichada, donde era amo y señor como en el Territorio Federal del Amazonas, sin que el gobierno de Marco Fidel Suárez moviera un dedo para hacer respetar la soberanía nacional y proteger a nuestros nativos En “La Vorágine”, José Eustacio Rivera escribió que “ese bandido debe más de 600 muertos puros racionales, porque de los indios no se les lleva número”, y en su novela “Toa” el escritor César Uribe Piedrahita. denuncia crímenes de Funes tan abominables como los que denunció  Cassement en el Putumayo.

En enero de 1921 el guerrillero venezolano Emilio Arévalo Cedeñó combate la dictadura de Juan Vicente Gómez. Areválo necesita armas y Funes las tiene, entonces organiza una expedición desde los llanos colombianos, desciende por el Meta, remonta el Orinoco y en San Fernando de Atabapo sorprende a Tomás Funes, que se entrega  cuando los asaltantes van a prender fuego a su fortín. Al salir el bandido tiende la mano a Emilio Arévalo que se queda mirando a Funes y le dice: “Todas las aguas de los ríos y mares no me serían suficientes para lavar los crímenes por usted cometidos” y  le da la espalda.
Después de un juicio  condenan a  Funes y  lo fusilan  en presencia de todos los habitantes de San Fernando de Atabapo. “El Terror de Rionegro”,  vestido de liquiliqui  blanco y un sombrero Panamá en la cabeza  no permiten que le venden  los ojos y con un  Adiós amigos” recibe las balas que le tronchan la vida..
LA ACTITUD COLOMBIANA
El pusilánime e inepto presidente de Colombia, Marco Fidel Suárez, no solamente ignoró los atropellos de Funes y sus secuaces sino que le hizo el juego al dictador Gómez al ordenar al Prefecto de Casanare que capturara a  Emilio Arévalo y lo internara en una cárcel boyacense. Fuerzas colombianas y venezolanas a ambos lados de la frontera persiguieron a Emilio Arévalo que luchó una y otra vez contra Vicente Gómez, sin lograr que el pueblo del vecino país lo acompañara en su cruzada.
 Marco Fidel Suárez no tuvo la malicia para entender que mediante el asesino Tomás Funes, el dictador Vicente Gómez extendía su poder  a la Orinoquia colombiana,  de hecho bajo el control venezolano, y se fortalecía la ambición territorial de Venezuela que de tiempo  atrás reclamaba vastas extensiones colombianas de los llanos orientales. Lo único que hizo  Suárez fue crear la comisaría del Vichada,  una  entidad en el papel, con autoridad inexistente y ningún respaldo militar.
 Los  puinabes, unos grupos indígenas de cuatro o cinco familias, que se movían por las orillas del río Inírida, tuvieron que remontarse río  arriba y perderse en la manigua. Así evitaron  que la gente de Funes los capturara y los convirtiera en esclavos. Además, los colonos colombianos, se vieron extorsionados, como sus vecinos allende el Orinoco, por las cuadrillas de los matones de San Fernando de Atabapo. .
.Aunque en la “ Vorágine”  se develan  algunas atrocidades en el Orinoco,  apenas es una pálida muestra de lo que ocurrió en esas vastas soledades donde no solamente la bestia Funes atormentó a nuestra gente sino otros criminales como El Cayeno y varios lugartenientes de la Casa Arana, que hasta allí extendió sus horrorosos tentáculos.


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