LA GENERALA MANUELITA SAENZ

Alfredo Cardona Tobón*



Manuela Sáenz  fue mucho más que la compañera del Libertador: fue sus ojos  y oídos, su confidente, la más fiel aliada, consejera, enfermera y la valiente auxiliar que le salvó la vida dos veces y puso su patrimonio al servicio de la causa grancolombiana.
Esta extraordinaria mujer nació en Quito y murió en el puerto de Paita en el Perú. En el bicentenario de la independencia los ecuatorianos quisieon repatriar sus cenizas y como se confundieron en una fosa común, se llenaron dos urnas con tierra de  Paita, una de las cuales quedó en Quito y la otra se llevó a Caracas para ponerla al lado de la tumba de Bolívar.
La dueña de haciendas, la bella mujer que iluminó los grandes salones de Lima y Santa Fe, la “Libertadora” del Libertador, la quiteña que tuvo poder sobre tropas y generales, terminó sus días  inválida, atendiendo una modesta tienda en una playa yerma, adonde la confinaron sus enemigos. Sin embargo, como la gloria refulge por encima de las bajezas humanas, el mundo no se olvidó de Manuelita que recibió la visita de Garibaldi, de Ricardo Palma, de Simón Rodríguez y muchos admiradores  que quisieron acercarse a la memoria de Bolívar a través de su más abnegada compañera.
LA SALVADORA DEL LIBERTADOR
En un  país sumido en el caos, a Bolívar no le quedó otra alternativa que asumir la dictadura en el Perú lo  que desató las furias de algunos compatriotas que  tramaron su asesinato.
El 16 de agosto de 1828 se celebró un baile de máscaras en Santa Fe. Pese a las advertencias de un atentado, Bolívar llegó  al Coliseo en compañía de algunos oficiales. Manuela quiso sacarlo del recinto y  para ello se vistió con la peor de las fachas y armó un escándalo mayúsculo en las puertas del edificio para abochornar a Bolívar  quien  regresó malhumorado a Palacio frustrando las intenciones de doce conjurados que armados de puñales esperaban la señal para quitarle la vida.
El 28 de septiembre de 1828 Manuela dormía al  lado de Bolívar  Era una noche  con la traición rondando por los pasillos y los salones de Palacio. Los atacantes asesinaron a tres guardias y trataron de derribar la puerta de la alcoba. Bolívar tomó la espada  con la intención de enfrentarlos, pero  Manuela le dice que es un sacrificio inútil y obliga al Libertador a saltar  por  una ventana mientras ella distraía a los asesinos.
EL PATRIOTISMO DE MANUELA
Su matrimonio con Thorne, un acaudalado comerciante inglés, permitió a Manuela alternar con lo más granado de Lima. Cuando los vientos de Independencia soplaron desde Chile, la quiteña se sumó a las sociedades patrióticas, recabó información y recogió fondos para auxiliar a las tropas argentinas que marchaban  hacia el Perú.
Por su apoyo a la causa libertadora, el general San Martín la nombró "Caballeresa de la Orden del Sol"  junto con otras prestantes damas limeñas. Manuela regresó a Quito para arreglar asuntos familiares, y  como lo hizo en  Lima, envió caballos, mulas  y provisiones a los patriotas colombianos que avanzaban por las tierras pastusas.
En la mañana del 26 de junio de 1822  Bolívar entra a Quito. Una corona de laurel cae sobre la cabeza del héroe que mira el balcón y ve unos ojos de fuego que conquistan su  corazón.  Esa noche Manuela baila con el caraqueño hasta la madrugada. Desde ese momento  los envuelve una pasión irrefrenable y un amor infinito empieza a consumir para siempre a la quiteña. Bolívar parte a Guayaquil a consolidar el dominio colombiano antes de la llegada de San Martín y Manuela viaja a su hacienda “Las Garzas”, no muy lejos del puerto, donde continúa el idilio de los dos amantes.
Bolívar se dirige al norte a sofocar la rebelión de los pastusos y Manuela viaja a Lima ante la insistencia de su esposo Thorne, que conserva la esperanza de retener a la ardiente quiteña.
Las fuerzas realistas del Perú son un peligro para el resto de América, es necesario acabar con ellas o la libertad recientemente conquistada en Buenos Aires y en la Nueva Granada se perderá. San Martín solicita en vano el apoyo argentino y tiene que acudir a Bolívar, a quien entrega sus tropas para que consolide la lucha independista.
Manuela se reúne con Bolívar en Arica y en la capital peruana el general O` Leary  la incorpora al Estado Mayor del Ejército como secretaria de la campaña libertadora y encargada del archivo personal de Bolivar.
 Manuela intenta sumarse a la tropa colombiana que acompaña a Bolívar pero el general se lo impide señalando el peligro y los riesgos que correría. En carta fechada el 16 de junio de 1824 Manuela insiste: “ … mi amado, las condiciones adversas que se presentan en el camino de la campaña que usted piensa realizar, no intimidad mi condición de mujer, por el contrario, yo los reto. ¡ Que piensa usted de mi !, usted siempre me ha dicho que tengo más pantalones que cualquiera de sus oficiales. ¿O no?”
En Lima Manuela no descansa un momento:  arma lo que llamó “Comisaría de guerra”, reciclando chatarra, confiscando campanas de los templos y para fabricar pertrechos hace sacar los clavos de estaño de los bancos y fomenta la construcción de talleres para hilar lana para los uniformes de la tropa.
Como Bolívar no le permite que lo acompañe, Manuela se suma a las tropas de Sucre que buscan la situación propicia para enfrentarse a las fuerzas realistas, con uniforme de Husar participa en el combate de Ayacucho con derroche de valor. En una carta Sucre  habla de Manuelita: “ que se incorpora desde el primer momento a la Plana Mauyor organizando y proporcionando el avituallamiento de tropas, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos..” y  Sucre concluye la misiva con una solicitud al Libertador de que se reconozca el valor  y patriotismo   y se  otorgue  a Manuela el grado de coronel del ejército colombiano.
Santander se opuso inútilmente a tal distinción aduciendo que no había ninguna mujer con tal rango en América y también se opuso el general  Córdova, quien rabiaba cuando la tropa la llamaba Libertadora. “ Ella también es Libertadora, escribió Bolívar al general antioqueño, no por mi título, sino por su ya demostrada osadía, sin que usted y otros puedan objetar tal”.
LA MAYOR ALIADA DE BOLÍVAR
En 1826 los peruanos están molestos con la presencia colombiana,  estan resentidos por la creación de Bolivia y se oponen a la Constitución propuesta por el Libertador. Por ello cuando Bolívar viaja  a neutralizar  los movimientos separatistas de Quito y Venezuela, los peruanos desconocen la presidencia de Bolívar y sobornan al socorrano Bustamante  para que insubordine al  batallón Callao y se pronuncie contra el Libertador. Manuela  interviene,compromete voluntades, arenga a la tropa, da apoyo a los amigos de Bolívar  e intenta proteger los intereses colombianos; pero todo es es inútil: nada puede hacer ante la traición y la apatía cómplice de Córdova y la ingratitud de los altoperuanos que se suman a las intrigas de Lima. Como consecuencia, las tropas colombianas y Manuelita se ven forzadas  a retirarse de Bolivia, dejando atrás los huesos de los llaneros y los combatientes andinos que le dieron la indenpendencia y como indeseables tuvieron que  embarcarse con rumbo a  Guayaquil.
Manuela se radica un tiempo en Quito, debe atender sus intereses y darle reposo a su corazón  lacerado por el aparente olvido de Bolivar. Hasta que le llegó una carta de su amado y Manuelita vuelve a olvidarse de todo y a caballo, por trochas y barrizales , llega a Santa  Fe.

En la capital colombiana  la compañera de Bolívar se ve sumergida en un mar de intrigas y como un ciclón se va contra los enemigos del Lilbertador, no tiene medias tintas, quien esté con Bolívar está su amigo y quien esté en contra es enemigo jurado, como es el caso de Santander y de Córdova cuyas efigies manda a fusilar el 24 de julio de 1828, en medio de una fiesta, lo que motivo un gran escándalo que por poco causa la separación de la pareja..
Al arreciar la oposición, Manuela destruye los pasquines que los enemigos del Libertador fijan en las paredes de Santa Fe. Cuando el general Bolívar deja el poder y se dirige a Cartagena, la brava mujer encabeza la oposición contra el nuevo gobierno: publica el periódico “La Torre de Babel” para defender la memoria de Bolívar  e insurrecciona al batallón “Callao” que impone a Urdaneta como jefe del gobierno y solicita al Libertador que regrese a la presidencia.
Muere Bolívar y Manuela queda en poder de los malquerientes santafereños que la arrestan y la obligan a exiliarse en Jamaica. Sin dinero, sin familia, pues todo lo dejó por Bolivar, Manuela desembarca en Guayaquil y quiere dirigirse a Quito pero el presidente Rocafuerte lo impide. Entonces  acepta el asilo del Perú que le señala la desolada aldea de Paita 

Al lado del mar y llena de desengaños  la valerosa mujer que lanza en ristre destruyó en Santa Fe los monigotes que ridiculizaban a Bolívar y  en Quito sometió un levantamiento,  quiere olvidarse de todo. Aún es  una hermosa dama que podría conquistar el corazón de cualquier hombre, pero ya nada parece interesarle,  se aisla en sus recuerdos y solo deja en su corazón la memoria de Bolivar.
La conspiradora, la poderosa que encumbró personajes vende dulces para sobrevivir en una humilde tienda de Paita y se convierte en la gran señora del pequeño puerto que da consejos, ayuda a los pescadores  y cuya imágen romántica, que vuela por el mundo, hace atracar navíos ingleses en Paita, pues sus oficiales quieren conocer a  la horoína.

 Una enfermedad limita poco a poco sus  movimientos. Las muerte se lleva a su esclava Jhonatás y Manuelita queda sola en manos de gentes caritativas que la cuidan con cariño.  Una tarde  del 23 de noviembre de  1856  el alma de Manuelita remonta vuelo con los alcatraces que se pierden en el horizonte marino. La difteria ha asolado a Paita y se ha llevado a la  " amable loca", como le decía Bolívar. Su cadáver  se deposita en una fosa común.  y ante el temor de un contagio se quema gran parte de la correspondencia que guardaba como un tesoro..

Para realzar la memoria de esta mujer extraordinaria los presidentes Correa, del Ecuador, y Chávez de Venezuela, ascienden a Manuelita a General de División de sus ejércitos , en Bogota siguen recordándola como la barragana que acompañó a Bolívar en sus últimos tiempos. Seguimos siendo santanderistas, aún militamos en las filas de Azuero y de Córdova, este país de leguleyos y de falsas legalidades, corrupto y de doble moral, aún no reconoce la  a generosidad ni el patriotismo de quienes como Nariño o Manuelita dieron todo por la Patria.


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Comentarios

  1. ¡Una mujer valiente, luchadora, tenaz! como muchas otras cuya voz ha sido acallada por la historia oficial-patriarcal. Tantas y tantas féminas cuyo aporte a la sociedad aún no ha sido reconocido.
    Felicitaciones por estos artículos tan aportadores. Un saludo

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